Ariadna Labatte es monja Zen, vive en Capilla del Monte, Córdoba. En esta localidad dirige el templo Shobogenji, situado en Ojo de Agua, una zona virgen en la ladera del cerro Uritorco.
Me pareció interesante en momentos de gran convulsión mundial saber la opinión de alguien que practica zazen.
Ariadna luego de vivir en Francia y viajar por Latinoamérica llegó hace 15 años a esta pequeña ciudad de Punilla con su compañero Philos y su pequeña hija. Cuando le pregunté por qué seguía viviendo aquí me contesto que aunque una parte de ella sigue teniendo la memoria de la vida de ciudad, siente que aquí “respira”.
El diálogo habla bastante de lo intangible y por lo tanto tiene bastantes vericuetos, idas y vueltas, que me parece a mí, son parte de las características de lo que se habla. Ya que las palabras muchas veces no pueden describir del todo lo inconmensurable.
Uritorkidas: En la visión occidental se asocia el ser con la profesión o actividad que uno tiene, la gente pregunta ¿“vos que sos?”, cuando en realidad está preguntando cuál es tu profesión o actividad. ¿Cómo te sentís cuando te dicen que sos monja Zen?
Ariadna: Esto me lo cuestiono todo el tiempo. En realidad me voy dando cuenta que es “ir siendo”, en distintos tiempos, distintos espacios, distintos pulsares, distintos momentos, territorios, maneras de habitarse, habitar la vida, el mundo…
Sí, formalmente soy monja zen de la tradición del budismo Mahāyāna ordenada por el maestro Kosen discípulo de Deshimaru, de un linaje de 2500 años y he recibido Shiho, que es una ceremonia de trasmisión de ese linaje.
Pero el budismo está vivo y a mí lo que más me significó fue encontrarme con la postura del zazen, la postura de los budas trasmitidos, que es un patrimonio de la humanidad y que trasciende al budismo.
Yo encontré zazen y dije: acá me quedo. Y lo hago fundamentalmente en un espíritu de revolucionar, de ir a fondo, de descubrir la naturaleza de mi propia existencia y de la vida misma.
En búsqueda de la libertad. Que es un gran tema… yo no practico zazen para quedarme encerrada dentro de una forma, ni de esquemas que no estén vivos. Y en ese sentido ha sido un gran aprendizaje esto de las proyecciones de los demás y de las miradas de los demás . Pero intento expresar esto que he recibido ( y que practico hace treinta años ) vivo y fresco, porque es algo que hace muy bien y puede ayudarnos a encontrarnos con el cielo y la tierra, para poder volver a volver a casa.
He tenido la suerte de tener un maestro, el maestro Kosen, un ecléctico y revolucionario, eso me ha revolucionado profundamente en el espíritu, poder encarnarme y sentirme libre más allá de la mirada social y de la forma.
A veces a los demás se les genera violencia cuando no sos lo que piensan que debería ser un monje zen. Hasta que uno aprende a tener un cuerpo como para poder ir más allá amorosamente y no hacerse cargo de las proyecciones de los demás.
Muchas veces me he dicho que yo he practicado esto para estar libre, así que me puedo ir y soltar todo en cualquier momento. Esa posibilidad de largar todo me ha sido un gran alivio, lo digo en términos formales y externos, porque en términos internos el vínculo es otro.
Generalmente cuando se habla del zen y del meditar se piensa que las personas están tranquilas, esto sería un poco opuesto a la revolución interna que vos mencionas. ¿Cómo vivís esta discrepancia entre lo estático y el movimiento?
Es cierto lo del mito de lo estático pero cuando vamos entrando a la dimensión de lo que es sentarse en zazen, es mucho más que la meditación.
Cuando hablamos de zazen decimos que es una práctica de observación y de concentración.
Lo que sucede es que uno alinea el cuerpo con las fuerzas de la tierra y del cielo, ocupando así nuestro lugar en el cosmos, en el centro del universo, desde el punto cero.
La imagen es que estamos en el centro del huracán, que alrededor tiene mucho movimiento pero adentro está quieto. Este punto de alineamiento, por otra parte, está quieto a nivel personal pero está unido a otro movimiento que es el movimiento cósmico, que es algo así como un taichi interno. De esa forma empezamos a percibir ese canto del universo, esa danza interna.
Ahí comprendemos que la dimensión habitual del yo es una percepción, una especie de perspectiva que cambia cuando estás en zazen. Esta comprensión, por otra parte, no es intelectual sino que esa una información que proviene del orden cósmico, el que está conectado con el universo entero. Allí no hay miedo y no hay nada que perder, obtener, ni alcanzar, lo único que se revela es un “aquí y ahora” que es completo en todas las dimensiones.
Esas dimensiones son inabarcables. Esos 360 grados con su profundidad y su infinito total solo se pueden respirar y habitar.
Y como el tiempo y el espacio son una expresión viva, fresca y nueva, porque ese es el pulsar de la vida, es esa revolución a lo cual uno se entrega. Allí lo personal acompaña eso, desde la presencia. Pero entonces hay muchas cosas de las ideas que tenemos, de la identificación con nuestra propia identidad, que se van cayendo, y esa es la revolución interior: es una continua actualización del ser en su dimensión emocional, espiritual y mental. Por eso no hay una paz que sea lineal.
Haciendo zazen uno aprende a volver a ese lugar: a volver a casa. Pero como estamos en interdependencia con el contexto, con distintas situaciones, eso también nos construye en ese diálogo e intercambio energético y en esos momentos podemos no estar en paz. Lo interesante es que nuestras células saben volver a ese lugar cero. Ese lugar está disponible todo el tiempo.
A mí particularmente me siguen pasando cosas que me sublevan, que me indignan, que me entristecen, que me incomodan y que me duelen… mi humanidad sigue estando a flor de piel y me descubro a mí misma ahí y le voy dando el espacio tratando de integrar todos los aspectos de la realidad. Hay que tener en cuenta que nuestra historia como humanos es divina pero también muy dolorosa.
¿Vos crees que los problemas sociales y esas cosas que te siguen movilizando, los problemas que tienen que ver con cuestiones básicas que todavía no están resueltas en el mundo, son producto de un alejamiento de ese centro que da la práctica de zazen? ¿Pensás que si todo el mundo practicara zazen se acabarían las guerras, los conflictos sociales y el hambre?
No quisiera responder en términos absolutos.
Zazen es una posibilidad de ir directo en una dirección.
Mi mirada es que todo lo que se expresa como conflicto social es un problema de conciencia.
El origen de los comportamientos que tienen que ver con la escasez, la violencia, la devastación, el no reconocimiento del otro como alguien legítimo, etc., es la ignorancia. Es esa separación en donde no entendemos cuál es nuestra verdadera naturaleza y no tenemos conciencia de la pertenencia como seres humanos a la tierra, al cielo, a las fuerzas cósmicas.
Cuanto más se tiene una percepción de pertenencia y religue con lo sagrado, más entendemos las dinámicas de funcionamiento entre el dar y el tomar, entre la relación con uno mismo y con la naturaleza.
Yo creo que hay una vieja herida en la humanidad, hubo un momento en que se hizo un corte con la naturaleza creando una polarización en nuestra estructura mental separando lo material de lo espiritual, como si la materia no fuera divina.
La cultura ha generado mucho daño: toda esta idea del pecado, de un corte con la vida misma… ese corte es un corte con las fuerzas del cielo y de la tierra.
En nuestro movimiento de maduración social debemos hacer un proceso de adultez y tomar el crecimiento con conciencia y responsabilidad asimilando aprendizajes que tienen que ver con ese religue con el universo y abrir el chakra cardíaco. Así nos daremos cuenta de que no estamos solos y de que o nos salvamos todos o no se salva nadie.
Creo que el zazen es un enorme puente directo a la pacificación, porque para estar una hora y media quieto hay que pacificar a nivel celular. Después hay una deconstrucción en cuanto a nuestra cultura, es decir eso que respiran nuestras células debemos actualizarlo a nivel cotidiano, en los gestos, en el tiempo interno emocional…pero todo eso tiene que ver con los procesos de cada uno y con el karma de cada uno, y en eso no somos lineales. Y los tiempos no son iguales para todos.
Lo interesante es que el zazen te da claridad sobre las percepciones ilusorias, no porque haya cosas que no sean verdad, sino porque todo circula como el agua, todo en la vida circula, no hay que quedarse fijado en lo emocional, en los propios juicios. No coagular, cuando no coagula se permite que las cuestiones evolucionen y se puedan ir manifestando creativamente.
Siendo practicante de zazen ¿cómo vivís este momento de pandemia?
A mí me agarró en Buenos Aires un lugar que dejé hace 15 años, venía de la costa y tardé más de 24 horas en acomodarme.
Yo creo que hay que ver lo que suscita toda esta situación en la memoria del colectivo… nosotros éramos jóvenes en la dictadura, pero escuchar helicópteros en la cabeza y que no se pueda circular es terrible. La verdad que no sé qué es lo que me genera más opresión: si la cuestión relacionada con el virus o el estado policíaco que se está gestando.
Pareciera que está todo estallado en todas direcciones.
Como practicante de zazen hay un plano nuestro de seres humanos que trasciende el tiempo y el espacio, solo hay que sentarse, atravesar esto y ser creadores de realidad. Nuestro espíritu creativo es al espíritu como la sangre al cuerpo, y deberíamos situarnos en ese lugar, sin tiempo.
Este es un momento de gran parto humanitario, estamos en un quiebre y se van a tejer las bases de lo que viene.
No me dan ganas de pensar, sino de conectar emocionalmente con lo apacible, y colaborar en el comportamiento de generar y construir un gran tejido social que integre, y que sea amoroso y responsable. Ya hay mucha gente en eso.
Y sobre todo no tener miedo a la muerte. Que es el gran miedo.
Qué buena entrevista, porque es una buena conversación… He leído otras entrevistas en medios de gran tirada donde a Ariadna Labbate le preguntan como si se tratara de una rareza, un fenómeno, y desaprovechan la visión de alguien que se ubica en el centro mismo de lo humano… Felicitaciones…
Gracias.. lo cierto es que las conversaciones se danzan y en esa espiral se van abriendo y construyendo…las conversas como viajes a otros espacios y pensares ..hasta desconocidos por una/o misma..porque aún no habían sido nacidos por la palabra…donde el diálogo ayuda a hilar …a desplazarse…
Una hermosa oportunidad de puertas y puentes trazados por Pablo !!!
Muy buena nota una Genia Ariadna!
Bueno para este momento!!
Me sorprende gratamente la profundidad y la belleza que entrañan estas palabras para describir lo que nos aporta el estar conectados en zazen.
Sigamos entretejiendo esta red de amor y solidaridad que nos dice que no estamos solos.
Gracias por tus palabras.
Gracias Ariadna por tu practica, por tu busqueda permanente, por tu eterno pulsar hacia Aquello. Como en una oportunidad te dije: «gracias por enseñarme a viajarme». Muy dinamica la entrevista, mucho corazon. Gracias! Ale