Por Juan Mondillo
“Alto o disparo”… gritaba aquel policía apuntando su revolver hacia un sorprendido suicida que intentaba quitarse la vida volándose la tapa de sus sesos con su pistola… por supuesto que Quino lo ilustró muchísimo mejor.
Existe una especie de empacho humanizado en el ideal. Es casi imperceptible, pero fácilmente visible para quienes saben de indigestiones…
Tal parece que toda mi vida se resume en la provocación de este mismo instante en el que no se si tengo abuso alimenticio de un Maradona, un Batman, un Astar Sheran o el G20.
O tal vez sea parte de un rompecabezas donde soy la oreja de un Aberdeen Angus pastoreando dentro de un paisaje escoces.
Mi ideal quizá sea creer que lucho contra el mal sin saber que muerdo mi propia cola encarnando yo mismo ese mal.
Es que si miro demasiado fijo y durante mucho tiempo al ideal en agonía, éste, tarde o temprano, comenzará a mirarme a mi.
Mi decepción se genera a través de falsas expectativas, y el solo hecho de no esperar nada de nadie, provoca el suceso del milagro.
En todo se adivina el cálculo piadoso que hay en el servicio comandado por ley divina.
Sé que existo a cada minuto entre mi nacimiento y mi muerte, pero pierdo el ideal, o lo mato, porque la visión de mi mismo hacia cualquier punto cardinal, fagocita mi sombra con ingredientes que ella misma ha traído para completar la faena…
Los secretos no revisten mayores inconvenientes, mas bien yo diría que lo monstruoso es nuestra construcción sobre, y acerca del pensamiento del otro.
Por supuesto que siempre estará como fiel idealización de nosotros mismos ese olor a libertad, producto galvanizado de la consciencia del nunca bien ponderado libre albedrío…
Somos hijos del efugio, debo decir que en algunos casos, hasta medallistas olímpicos de tal energía. Enfangados por momentos, sin otro propósito más que defender la inercia que todo lo devora, y que a su paso, no discrimina a nadie.
A veces, cuando me pregunto la razón de nuestro andar… me viene una sensación parecida al hecho de que bien podríamos ser el estertor de los cansados y obstruidos pulmones de un cosmos que sigue sin visitar a su doctor porque para bien o para mal… aún nos ama.
Libertad estoica? O arbitrium sufriente?, por momentos, intento no caer de la cuerda, quiero decir, en mi hacer, estar o ser cuerdo, pero no es suficiente, porque en alguno de los extremos, nunca falta la estulticia del accionar humano divirtiéndose mientras agita la cuerda en busca de que me caiga ante el grito morboso y perverso de los espectadores de turno.
Acerca de si soy o no demasiado expletivo, pues, debo decir que he crecido en tierras donde se hace necesario la supervivencia a través de muletillas…
Tan sencillo sería no asistir a la muerte de nuestro ideal sino fuera que cargamos con un amor que a mi gusto, es demasiado frugal.
Damos a la simpleza, el enamoramiento poético de rafaelistas querubines, pero no somos capaces de poner en pleno invierno un plato mas en la mesa, seguros de que lamentablemente, en nuestro andar citadino, nos toparemos con alguien en situación de calle. Ahhh pero, en qué estoy pensando? Si para eso ya existe un 0800, que tonto pensamiento el mío, claro, no debo preocuparme. Es mas, hasta me he topado con seres que sirven a los ejércitos de sus iglesias convencidos de que el amor es un servicio, y por ende, cubren su inquieta paz mental llamándole a ese engaño del ego, Fé.
Los hermeneutas no consiguen todavía hallar sentido a la exactitud de lo sagrado que reside en la arquitectura humana, creo, que han quedado sordos con el himpar de millones y millones de bípedos.
Nuestro ideal ha muerto, y sea por distracción o desamparo de esta raza humana, no hay lugar donde poder visitar su tumba, nadie puede llevarle flores, no existen monumentos erigidos, a ninguna institución se le ha ocurrido (porque para ello necesitaríamos agregar el día número 366 a cualquier año) crear el día internacional de la muerte del ideal, y poder así celebrarlo o conmemorarlo.
¿Por qué somos tan lesivos entre nosotros?¿ Qué enseñanza es la que nos ha dado el entrenamiento de nuestros antepasados para llevar en nuestra actualidad tan impecable desamor ante cada acontecimiento ajeno a nuestro entorno inmediato?
¿Por qué sufrimos bombardeos en Siria y nos entregamos a orar por esos hermanos desconocidos y no podemos bajar nuestro eje para abrazar a quien duerme en el suelo de nuestras calles? ¿Es que nos da categoría poner amor allende cualquier frontera? Y a cambio, poner nuestro ideal para ayudar inmediatamente a quien nos necesita (valga mi redundancia) de inmediato porque está allí, allí mismo ¿nos quita prestigio?
Tengo aprendida una actitud por empirismos, y me considero alguien longánimo. Esto no significa que no caiga en obstrucciones cardíacas de un cansino universo.
A fin de cuentas, en cada despertar, siempre queda ese roñoso agujero de esperanza que me habla de tiempos mejores, y en mi insistente accionar de humano extranjero de mi propia mente, realizo, visualizo, castillos de arena, convencido, de que así como una gota de agua consigue horadar la roca, mi propia fe moribunda, inoculará los miedos, y volveremos a jugar con ideales de un mejor andar sanguíneo, de una fuerza cristalizada en la verdad, de un puente por donde incluso, la velocidad no sea peligrosa, y que sin importar la dirección para donde estemos cruzando, ese rumbo nos lleve a todos como consciencia de vida, a estar en paz.
Si miras este artículo desde la aplicación puedes colaborar con el autor en el siguiente link
Excelente publicacion!! Palabras justas en momentos justos!! Muy bueno!! todas esas publicaciones q haces que son maravillosas y muy bien contadas. Un abrazo amigo.
Gracias mi amiga! un gran abrazo!!!