Por Laura Inalbis
Sobre esta sección cuyo nombre es «Ficción entre la taracea»
Antes de ir al relato quería compartir con ustedes qué es esto de la taracea.
La taracea es una técnica ornamental que consiste en incrustar pequeños trozos de madera, nácar, hueso y otros materiales sobre un objeto de madera hasta conseguir dibujos y figuras. Las maderas se pueden “tostar” con arenas de sílice o con calor intenso generando sombras y distintas tonalidades.
Sus orígenes se hunden en el califato omeya. Los Omeyas eran un clan de la tribu Quraysh, de La Meca, a la que pertenecía Mahoma. A partir de aquí los invito a que investiguen…
El camino hacia el origen cambió mi presente en más de una oportunidad. Saber de dónde vienen las cosas a veces nos muestra nuevas visiones permitiéndonos preguntarnos si es eso lo que queremos en realidad y así cambiar la dirección del rumbo si esa fuente primordial no era lo que creíamos.
En este espacio la ficción nos abre esa puerta y nos invita a pasar…
Las viejas del agua
– ¿Y siempre los ves?
– No, más bien van apareciendo de a poco
– ¿Y dónde están?, me dice descreído
– No sé dónde están doctor, a veces un rincón comienza a oscurecerse como un hollín que mancha las paredes y se empiezan a formar esas cosas, pero no siento que él me crea.
Llevamos un rato ya hablando tonterías escuchables que lo dejen tranquilo, confirmando un diagnóstico escrito desde mucho antes de haberme sentado en esta silla como cada semana de por medio.
Creo que faltan pocos minutos porque es la tercera vez que mira el reloj y seguro viene una pregunta lejana, de temas que no me importan, buscando ciertos orígenes de algo que ni él entiende. Estoy molesta por que no me escucha y me quiero ir.
-Para tratar de entenderte necesito que me cuentes cosas. ¿Cómo estuviste estos días?
– Salgo poco. Los veo en todos lados y me asusta. Están en los colectivos, en las paredes, en las estaciones. Se mezclan entre las personas o las atraviesan. Cuando los veo salir desde dentro me alejo pero siguen est…
– ¿Y por qué no vas a visitar a alguien?, interrumpe como si no quisiera escuchar lo que le cuento y sí hablar de otras cosas. Pero a mí me tiene mal lo que él esquiva.
– Para visitar a alguien tengo que tomarme colectivos y le estoy diciendo lo que veo por todos lados que es lo que hace que cada vez salga menos. ¿Podría ayudarme con eso?
– Mm…. pueden ser varias cosas, dice. Y mirando por cuarta vez el reloj empieza a enumerar síntomas mientras cansada bajo la cabeza, cierro los ojos. Empiezo a sentir lo mismo de siempre: todo se comprime y gira a la vez hacia un punto oscuro que se va cerrando, un calor extraño se expande por el aire, el corazón a mil y yo estoy helada.
Escucho su voz haciéndose más grave, deformando las palabras como si sonara cada letra lenta retorciéndose en su peso cada vez mayor y no quiero abrir los ojos porque ya sé lo que viene.
Ya no es una voz, es un sonido oscuro que se marea en una realidad que no entiende, pero a la que entra.
Levanto la cabeza, lo miro mover la boca y detrás de él una sombra incorpórea sube por su espalda, lo rodea, le cubre la cabeza mientras él se acomoda los lentes como si se le fueran a caer y me mira. Me doy de cuenta que estoy hecha un bollo en la silla, me acomodo ordenando las palabras que le escucho decir.
-… de tu abuela, ¿cómo anda, está mejor ya?
– Ella tiene uno adentro, siempre tiene la panza hinchada y con dolores. Creo que se la está comiendo.
– ¿Cómo que se la está comiendo?
Le contesté sin pensar, no puedo pensar viendo como una masa oscura se le instala en el hombro ondulando su chaqueta.
-Por dentro se la está comiendo…,le respondo mientras disimulo muecas y aprieto los ojos para no abrirlos tanto.
-¿Cuánto hace que le ves esto a tu abuela?
-Desde chica… Solo eso le pude decir. El corazón me late en ecos ya cuando veo salir a la masa oscura hacia afuera de su chaqueta con un pedazo de carne que la mancha de sangre.
-Y ¿ qué le pasaba a ella?
-Le salía a través de la cara una mancha oscura que le cambiaba la expresión, se le afinaba el rostro y decía cosas horribles, dolientes.
Del hombro sigue brotando carne. Siempre me da impresión esta parte, cuando se los comen vivos y ellos, como si nada…
-Me asustaba verla así.
-¿Los demás lo veían?, dice desacreditando aquel momento.
-Recuerdo cómo se tocaba la cara como buscando enfriarla. Los demás discutían por lo que les había dicho y comenzaban las peleas de grandes y el “ustedes vayan afuera” de chicos.
A la impresión le gana el enojo que ya me habita y siento hambre.
Olor a rojo…
Me acomodo en la silla mientras vuelve a rascarse el hombro.
-Es cierto, los demás no veían nada.
Hambre de sangre…
-Ah, solo vos lo veías, afirma acomodándose los lentes.
El hambre se transforma en deseo y mi abuela, en doctor. Que se lo devore, que se lo trague entero sin atragantarse. Siento las burbujas del enojo empujando mi sangre, ganas de devorarle la estupidez como para ir empezando a limpiar el aire y en la mancha oscura que tengo delante dos puntos se amarillan girando, que terminan siendo como un par de ojos que se fijan en mí.
Con el aumento necesario que su vista requiere me mira como desde lo alto, desde alguna cima de la razón que acaba de conquistar y dice:
-¿Tu abuela se daba cuenta que la comían por dentro?
… Y fue la respuesta a esa pregunta la que cambiaría mi vida… ese instante cuando decidí comprobar lo que el doctor decía siendo una mancha oscura, incorpórea y con un par de ojos amarillentos… Sólo lo deseé y pasó…
Me estiro por el amarillo de los ojos como hilos que se hacen dientes hundiéndose en el hombro. En la boca siento gusto a sangre y aprieto con fuerza para llegar más profundo.
Él se sacude como si tuviese un escalofrío y vuelvo a verlo frente a mí, con la chaqueta ensangrentada y la mancha oscura con dientes y ojos amarillentos que me miran como esperando la próxima mordida.
-No lo sé, solo puedo decir para afuera sabiendo tanto por dentro. Ahora ellos me ven y yo, sin saber cómo los entiendo
… Aquella sensación de volver a mí trayendo en el regreso todo un mundo transformó el miedo en preguntas que necesitaba responder. Sólo era cuestión de volver a desear siendo ella, sintiendo ser una mancha oscura que desea algo y se mueve hacia allí…
-Pero un dolor así se tiene que sentir, ¿no te parece?
Me desafía a responder con algo creíble. Ella puede ayudarme a comprobar lo que el doctor pregunta. Entonces la miro buscando saber si el revolver la carne entre sangre y huesos se siente. De a poco se desliza serpenteándole la espalda y lo va cubriendo. En algunos puntos se detiene, aparecen los dientes y una molestia en el doctor. Con cada mordida hace algún gesto, lo veo incómodo pero sin dolor.
-Parece que no…,le aseguro con calma mientras veo cómo se va integrando en el aire, haciéndose cada vez menos densa hasta desaparecer y dejándome sola con un doctor al que ya no tengo interés en responder.
… Así fue como entré en un mundo desconocido y fascinante, lleno de seres extraños que cruzan al nuestro mucho más de lo que parece. Y con muy variadas intenciones. Algunos buscan molestar, otros son más atrevidos y se traen lo que estabas por pensar antes de olvidarte. Las manchas oscuras remueven desde dentro lo que se atasca, obstruyendo el paso.
Cuando íbamos al río mi papá nos mostraba unos peces que recorrían el fondo comiendo…¡vaya a saber qué!. Las llamaba “ las viejas del agua” y nos decía que limpiaban…
Laura: el relato de «Las viejas del agua» me pareció intenso, conmovedor…me ponía en el lugar del personaje que está en consulta con el terapeuta y podía entender su sensación, su frustración al no sentirse Entendida, al sentirse «loca» según las pocas entendederas del «profesional»…(¡cuánto hay de «poca verdadera escucha» entre nosotros los humanos…que triste!…qué hermoso poder cambiar eso en cada acto de contemplación hacia el «otro»).
Podía ver la situación que narrabas, con detalles apreciables…
Las viejas del agua, esas que veían en el fondo del arroyo con tu padre, y las entidades negras de tu relato, hacen su Tarea, como aquellas deidades hindúes que sesgan, destruyen, matan…para asegurar el nuevo nacer, la Re Novación… Todos necesitamos , en algún aspecto de nosotros, esa «Ayuda», esa «Limpieza».Y si no podemos Autoequilibrarnos…alguien lo hace por nosotros, eliminando lo que no puede sostenerse. Por respeto a la Vida.
Interesantísima la explicación sobre la «taracea»… no lo sabía…
voy entendiendo entonces el por qué del nombre que has elegido para tu espacio en la Revista
Un Gran Abrazo
Gracias! María Alejandra
Gracias a vos por tu aporte en este espacio!!
Creo que las orillas no están enfrentadas, sólo necesitan un puente que las una y el arte es uno de esos puentes
Un abrazo!!