Por Pablo Solís Gariboldi
Cada vez estoy más convencido de que el afuera ha establecido una especie de complot para que el adentro no florezca como se merece.
No es la maldad del afuera, ni es el vertiginoso mundo del afuera, es tan sólo la despiadada y macabra manera que tiene el afuera de estructurar el mundo desde el afuera.
Cuando era niño sentía esto, y seguro que usted también lo sentía: casi todos teníamos un sentimiento de incomprensión hacia las personas grandes que era genuino.
Poco a poco esas personas grandes nos fueron transformando en estos grandes que somos ahora. Y fuimos, somos, artífices de ese mundo creado para la distracción del alma.
En alguna otra editorial le puse nombre a esta distracción, la llamé “el mimo calavera”.
Podemos pasar años distraídos de lo que verdaderamente nos interesa e importa.
Pero esto que digo no es algo intelectual, es algo que siento más profundamente en estos últimos tiempos apocalípticos, y es quizá, el sentido que tiene este apocalipsis. Un sentido que lleva hacia un lugar en el que existe una sola pregunta, estacionada, quieta, en la llanura del virus o el fuego. La pregunta es: ¿es “esto” realmente importante para mí? Ese “esto” puede ser aplicado a todo. ¿Es esta persona importante realmente para mí?¿Es esta acción que estoy desarrollado ahora realmente importante para mí?¿ Esto que defiendo es realmente importante, esto que callo, esto que miro, esto que canto, esto que lloro, esto que río?…
Hay muchas enseñanzas que aconsejan separar la paja del trigo y centrarse en lo realmente importante de la vida, pero esto no se hace hasta que se logra sentir el sonido ululante de la superficialidad cantando en la oreja, mientras intentamos hacer crecer el espíritu.
Y si hay un demonio ha de ser ese: el que nos susurra distracciones mientras el tiempo pasa.
Ese diablo, ese involucionado ser del caos, se alimentará de nuestra inutilidad y nuestro desasosiego cuando demos el último suspiro y nos demos cuenta de que los sueños, las canciones y los momentos íntimos que queríamos vivir, fueron trocados, reemplazados por otras cosas, por cosas que realmente no necesitábamos .
El territorio está lleno de bifurcaciones que llevan a la nada, hay que pedir sabiduría para saber cuál es el camino más recto a nuestra felicidad. Ese pedido debe hacerse al espíritu. Esa parte nuestra que está fuera de la materia pero que al mismo tiempo es quien la alimenta y la crea.
Alguien decía que hay que sostener la pregunta en el tiempo para que el espíritu responda. Y la pregunta sigue siendo, es, por lo menos para mí: ¿Es esto realmente importante?
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