Por Daniel García Molt
¿En el poliamor alguien gana, alguien pierde? Quiero decir: se entabla un nivel de compromiso distinto en el cual si el marido cumple años el mismo día del amante: ¿a qué cumpleaños asiste la mujer? O al revés. ¿Si la mujer quiere ir a una fiesta acompañada puede hacerlo con su marido o con su amante?.
Si yo tengo hijos con una mujer y una unión digamos, formal, la otra: ¿que es? ¿Una novia amante? ¿Una amante a secas? ¿Una pareja simultánea, como las partidas de ajedrez?. Lo mismo si ella sale con un hombre ¿Es el novio? ¿Y si ella se enamora de un tercero? Al no existir la exclusividad esto puede ocurrir. Por eso: ¿Cuántas parejas simultáneas se puede tener sin que todo se vuelva un festival carioca?
Cuando los medios sacaron a la luz la infidelidad del marido de Florencia Peña, todos se sorprendieron cuando ésta declaró que tenía con su pareja un pacto de poliamor, por lo tanto, consideró el hecho un simple desfogue sin ninguna consecuencia para su matrimonio. Incluso aseguró que ella también realizaba estas escapadas, sólo que de manera discreta y con gente incapaz de contarlo por televisión, como le ocurrió a su marido.

Florencia Peña
En ese momento, el tema del poliamor ganó los titulares de las revistas y los diarios y fue más allá. Se convirtió en parte de una discusión entre las parejas jóvenes dispuestas a vivir la vida sin ataduras ni enmiendas.
Justamente una pareja entrevistada en infobae, unos días atrás, planteó el poliamor como una forma de darle libertad al otro para que no sienta que el matrimonio es una prisión. Lo que significaría que estas salidas temporarias le darían a la pareja un combustible para romper las cadenas que forja tener siempre a la misma persona en la cama, en la mesa y en el living. Para no hablar de las vacaciones.
Este planteo desde lo ideológico, casi como una imposición del estado de los tiempos, marca una diferencia con la experiencia de Florencia Peña, mujer grande, con varios matrimonios y que da la impresión forjaron su pareja actual acordando de antemano estos espacios de libertad. La otra pareja, en cambio, pareciera que siente la necesidad de vivir esta experiencia porque así lo exigen los tiempos, aunque no dejan de reconocer que si no lo hacen se sienten prisioneros, o sea algo no funciona entre ellos y en lugar de separarse buscaron un novio fuera de casa. Ella, la mujer, aclaró en la nota que su novio a su vez es casado o tiene pareja, algo así. En cambio, él, aparentemente tiene una novia que es exclusiva hasta tanto pueda encontrar, es de suponer, otra persona para equilibrar las cosas.
Estas parejas suplentes al jugar las veces de novios, si no se entendió mal y es de suponer, (otra diferencia con lo planteado por la actriz) no sólo permiten tener relaciones sexuales, si no también, reavivan aquellas situaciones de noviazgo, perdidas por la cotidianidad del matrimonio, con salidas pautadas, envíos de emojis de besitos, encuentros para ver películas en la casa de uno u otro o ir al parque a tomar mate. Es decir volver al noviazgo después de haber vivido un matrimonio por años y seguramente liberados de los hijos, a quienes tanto se ama, pero son tan exigentes.
El temita de los hijos no debe ser fácil para las criaturas saber que mamá sale con un señor que, supongamos, lo quiere tanto como a su padre. Por otro lado, ¿qué pasa si la novia o el novio, como ocurre generalmente lo satisface a uno, ya no sólo carnalmente, si no le resulta más soportable y divertido que el marido? Tal vez, cueste dejarlo en mitad de la noche para volver al domicilio conyugal y falte varios días del hogar constituido.
¿Y qué pasa cuando la esposa tiene un novio, el esposo una novia y alguno de los cuatro tiene un affaire con otra persona, el inesperado quinto personaje de la trama? ¿Qué hacemos con el quinto? Bueno, mientras sea secreta no pasa nada, pero, ¿qué pasa si se enteran los otros tres? El que escondió al quinto es castigado? ¿Cómo? Porque si se retira del juego, deja a uno de los tres sin pareja… ¿Forman un trío, como en el truco un truco Gallo? Y el quinto, ese claro destructor de parejas de cuatro ¿qué hacemos? ¿Lo escrachamos en Facebook para no dejarlo acercarse a las parejas simultáneas? ¿Se tendrá que contentar con vivir hasta que la muerte los separe con su esposa?
En Florencia Peña, la otra o el otro, son compañeros sexuales ocasionales, como ocurre con las parejas que son swingers. Pero el poliamor de la pareja de la nota tiene todas las características de querer justificar con cierta ideología de las viejas parejas algo que no puede ser asimilado. En Peña el otro o la otra es un partener, en la pareja de la nota y quizás otras que estén intentando esta nueva modalidad, es un novio. Y la verdad, no puede ser un novio, como intentan definirlo, y tampoco, me parece que puede ejercer esa condición. Pero esta incomprensión se puede deber a la edad de quien escribe (joven pero maduro) que percibe que se le intenta dar nombres viejos a estructuras nuevas, y al mismo tiempo, por ejemplo, se quieren reformular palabras para intentar nombrar cosas, personas, acciones en nombre de la inclusión, cuyo ejercicio como todo lenguaje de grupo, termina siendo marginador. (Acá soy más maduro que joven, pero entiendan que a cierta edad, usted se molesta hasta cuando le cambian el nombre de una calle por capricho o deja de salir la brillantina que usaba para peinarse).
Por otra parte, si compartir lecho y pareja es una manera de ser más libre. ¿Cómo deberían ser juzgadas las parejas que no buscan otras parejas? ¿Prisioneros de sí mismo? ¿Aburridos? ¿Le temen a la libertad, como diría Erich Fromm? ¿El estado debería imponerles una pareja suplente para obligarlos a vivir la verdadera libertad, y mediante algún algoritmo recibir una novia o novio que haya que retirar a su nueva pareja en el correo, como en la época de Perón se entregaban las pelotas de fútbol y las muñecas. ¿Habrá acomodo? ¿Algunas mujeres o hombres recibirán las mejores parejas?
Es probable y diría deseable que el futuro nos depare relaciones sexuales, de afecto, económicas afectivas, absolutamente nuevas. No hay que ser Julio Verne para augurar cambios profundos en los usos y costumbres que dos generaciones atrás eran diagnosticados como enfermedades o señalados como actos perversos.
En esta reseña no quise hablar de la bisexualidad, el fluidez sexual, la homosexualidad, la identidad de género, entre otras formas de vivir la sexualidad en pareja. Pero creo que darle una etiqueta, un nombre a ciertas cosas no sirven, no hay manuales para querer en cambio hay ideologías para sufrirlas, porque son imposibles llevarlas a cabo.
Daniel García Molt
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Buena nota, aunque ha cometido un error García Molt, es «la fluidez sexual», no «el fluidez sexual», aunque para estar a tono con la época debería decirse: «le fluidez sexual». En este caso más que inclusivo suena afrancesado… El resto bien. Saludos.