Editorial Uritórkidas 47
A mí me gustan las personas entusiastas, tal vez porque no soy de los que se entusiasman con rapidez. Más bien medito mucho antes de empezar algo y por miedo a equivocarme no me dejo llevar. Siento que hay que tener cierta inconsciencia para avanzar en los proyectos, en las ideas y en las ocurrencias sin pensar en algún destino nefasto.
El hombre trágico, aquel que piensa que nacimos para morir y esta idea le duele, pecará de falta de entusiasmo. Atiborrada de nostalgia y apatía ante el porvenir, la personalidad trágica desestima entusiasmarse porque ve en esa cualidad una traición a sus ideales.
Tal vez el tango sea una de las músicas populares que reflejen esa emoción “antientusiasmo” y también la música clásica en su mayoría sería otro ejemplo de tragicismo sin esperanza. No es casual que algunos amantes de esta música desacrediten a Straus y a todo compositor que destile algún tipo de alegría
Quizá habría que diferenciar al entusiasta del inconsciente: el segundo se enfrenta con los imponderables y cae en picada. El primero , en cambio, es el verdadero entusiasta, es el entusiasta consciente, quien a pesar de los riesgos y de saber lo trágico del destino humano, se cultiva en la alegría de avanzar y de crecer en un estado que lo acerca a la felicidad.
Seguro que cada uno tiene condiciones para entusiasmarse.
El entusiasmo no se basa en la moral, incluso puede parecer ajeno a ella. Hay personas que pueden entusiasmarse por hacer el mal. Corrámonos de estos entusiastas.
Pareciera que los monjes no se entusiasman, pero… ¿será así?¿No tendremos una falsa imagen de los monjes?
Como sea, parece que cada quien tiene que encontrar su estímulo para que el entusiasmo se desarrolle y crezca.
A mí me entusiasma tener tiempo, un cielo de tiempo abierto para poder crear y saber que el día puede alargarse sin intromisiones en esa creación. Me entusiasma la naturaleza, la soledad, actuar. Me desentusiasma la falta de compromiso, la burocracia, el mal humor, la rutina, lo que se cocina sin conciencia en el oscuro pozo de la sin razón.
La lista podría ser diez veces más larga pero no sé si infinita. Habrá una cosa que más nos entusiasme y algo específico que evitar para no perder el entusiasmo.
Seguro que el sabio tiene un sólo concepto que lo hace brillar entusiasmado cada mañana y es ver salir el sol con su luz y todo un día por delante para crecer en la acción de la felicidad de poder hacerlo. Comprende la simpleza de la vida y entonces el entusiasmo le viene como consecuencia de esa sabiduría.
El entusiasmo es una planta a la que le cuesta arraigar. Crece por esqueje, raíz o semilla. Le cuesta arraigar pero cuando lo hace se multiplica y se desarrolla con facilidad. Reguemos y demos. ¿Dale?.>>>Pablo Solís