Por Juan Mondillo
(Dedicado a todos los que conozco, incluyéndome)
Difícilmente la mentira pueda juzgarse en algún ámbito humano, o mejor dicho, dentro del pensamiento integrado del ser humanitario. Un juicio por mentiras ante una situación como la de un médico dándole esperanzas de vida a quien está a punto de morir es algo que está fuera de discusión ya que de alguna manera, se está ejerciendo consciente o inconscientemente un acto piadoso.
El hecho de que algo engendrado por la misma especie que lo use y lo comercialice, es incongruente para quien transita este dogma el poder juzgarlo; puede hacerse desde la vereda de enfrente, pero aun en esa instancia habría que considerar que no haya alguien del otro lado que nos conozca so pena de ser denunciados como lo mismo que estamos juzgando.
Muchas veces se ha dicho que algunas mentiras expresadas en este rincón del planeta, en alguna otra parte del mundo se pueden percibir como una verdad. (Incluso en un mismo ámbito las percepciones humanas pueden diferir al extremo)
Es una trampa, porque evidentemente, para que un acto de infundio exista, siempre, en todos los casos, debe disfrazarse con veracidad.
El arte de la patraña, se me antoja como una descompostura medieval, donde todos saben todo y aun así nadie hace nada para salvar a aquel que está a punto de ser ahorcado por acusación de cualquier cosa, menos, por la verdad.
Miradas inquisitorias por doquier, nutridas de un morbo colectivo. La mentira en masa es orgásmica; y aunque lo sexual no debiera ser parte de la psicótica engañifa, en muchísimos casos, lo es. Llena de ardiente deseo por cobrarse victimas sin importar el camino que se tome ni por donde se tome.
Nos han instruido para asociar a la superchería con elementos morales tales como la culpa, y por ende, la absolución a través del arrepentimiento. Esta eclesiástica medida no es más que una negociación constante por algo que vale mucho más que todo el oro del mundo. Y aunque abusamos de ello, ni siquiera somos conscientes de que en el final, es lo único que tenemos para pagarle al Cancerbero.
Del mismo barro venimos, emparentados con la metástasis de la arquitectura humana, una especie de virus masónico fagocitándose en su misma información. Para Castaneda sería algo así como nuestro huevo luminoso. Para los metafísicos esto mismo sería el aura.
Es demencial nuestra huida hacia adelante…
Tal parece que lo mejor de nosotros, no pueda ser nunca dicho por nosotros mismos, es como si la verdad, para que sea cierta, deba ser expuesta por otros en referencia a nosotros, porque si sale de nuestra boca, inmediatamente se traduce como una mentira más, dicha por un mentiroso mas
Ante la argucia, estamos despresurizados, con un eterno mareo escénico implantado en la realidad.
Ojalá existiera un nombre apropiado para la cata de la mentira y por ende, de los que mienten. Asumiendo que se pudiera comparar con el honorífico oficio de un sommelier, ¿Sería igualmente entretenido y enriquecedor?
¿Tendríamos a mano un copón donde escupir luego de hacer buche con la fraudulenta energía preparando el paladar y degustar otra mentira más?
¿Sabríamos la procedencia, el año, en qué toneles ha sido guardada esa falacia?
¿Podríamos determinar su calidad de acuerdo a la fortaleza y dureza de dicha mendacidad?
¿Superaríamos más de tres etiquetas? ¿Aparecería luego de un buen respirar en la copa el aroma de los frutos con los que se fermentó la trápala?
Finalmente, luego de dar sentencia a lo genuinos varietales de las andróminas, ¿Se podrían poner a la venta fácilmente?
¿Sería apta para embotellar y servir en una cena? ¿Con qué alimentos sería mejor llevarla a la mesa?
Una existente revolución subyace allí donde la mentira se topa con la verdad. La violencia en este choque de amebas es inevitable. Asistir a ese fenómeno es digno de alquilar balcones.
Respirar una certeza asusta y causa más vértigo que la aceptación de nuestra mentirosa naturaleza bípedo-pensante.
Es admirable y hasta llamativo con cuanto orgullo y estoica postura escucho decir a la mayoría “yo no miento”
La verdad, es una terrorífica teoría amalgamada con la romántica idea de lo que pretendemos y soñamos ser.
De esta forma, podría decir que la mentira es la destilación de nuestros cuerpos podridos de tanto andar por aguas grises. Esto es un conocimiento adquirido por empatía entre nosotros. Se hace escuela de la filfa, y lamentablemente en este caso, todos salimos graduados.
Aún existen personas que aseguran que tanto la mentira como la verdad, son caras de la misma moneda. No para mí, por empirismo me prohíbo aceptar esa anomalía literaria como fidedigna.
Tal y como lo veo, la disociación es necesaria y hasta obligatoria, me atrevo a decir que es hasta excluyente.
Hace un tiempo alguien me definió al presidente norteamericano Donald Trump, como alguien honesto. Sorprendido pregunté el motivo de tal apreciación, y como toda respuesta alcancé a oír: “porque lo que piensa, lo dice”
Corregí a esa persona diciendo que en cualquier caso, ese presidente no es hipócrita. Pero de ahí a ser honesto, eso ya es otra cosa y totalmente cuestionable.
Parece mentira, tener que apreciarnos desde un ámbito tan destructivo. Es paradójico el simple hecho de ver que la mácula es inherente a todos, pero la verdad sí que es harina de otro costal.
La franqueza, genera demasiada violencia, y es perjudicial a cualquier interés creado por el bicho humano.
Por alguna razón, esa parte del lóbulo cerebral que jamás hemos puesto en uso, carga mucha información acerca de la autenticidad, por momentos, mete sus narices en el otro hemisferio, dándonos atisbos de su existencia.
Estoy convencido que para llegar a transitar por esa selva tan virgen, debemos aceptar el hecho de que la mentira ya ha hecho demasiado daño en este andar humano, y es tiempo, nuestro tiempo, para estudiar la alternativa.
Viajar a nosotros mismos, no requiere más pasaporte que el de la voluntad.
Derribar lo construido por la mecánica de la mentira seguramente nos lleve una vida más, y para muchos el solo pensarlo o imaginarlo es síntoma de cansancio y angustia.
Mi pensamiento positivo del día:” siempre queda al final de todo, un roñoso agujero de esperanza”.
Gracias Juan por decir tus Verdades, gracias porque la Mentira te indigne y te genere lo que Expresás en tu artículo. Quiero Compartir con vos este Maravilloso fragmento del «Tao Te King», creo que ilustra lo que decís.
«Las palabras veraces». («Tao Te King»: LXXXI)
«Las palabras veraces no son agradables,
y las agradables no son veraces.
El hombre bueno no gusta de discutir,
y el que discute no es hombre bueno.
El sabio no es erudito
y el erudito no es sabio.
El sabio no atesora
y ofreciendo a los demás,
se hace rico.
El camino del cielo beneficia y no perjudica.
La norma del sabio es obrar sin combatir.»
….y para Mí es Verdad…
Abrazo.
María Alejandra
Ale me ha encantado leer este fragmento que me has compartido! muchas gracias de corazón!