Editorial numero 37 revista Uritorkidas
Muchos piensan que el arte debe ser gratis.
Se piensa que el artista hace lo que hace por gusto y no para ganar dinero, a diferencia de los que ponen una fábrica de tornillos, que lo hacen para tener abultada la cuenta bancaria.
Sin embargo, hay creadores de tornillos que hacen su fabricación por gusto. Conozco a varios.
Podríamos decir que el comerciante que se dedica a la reventa de productos lo hace solo por dinero, no fabrica nada, no produce nada, más que la atención al cliente.
Por eso me enojo cuando me tratan mal en un comercio, es tal vez lo único que tiene que hacer el comerciante: atender.
Pero también es cierto que la gente va a buscar a los comercios algo que no tiene que ver con la materia.
Cualquier comerciante sabrá decirnos que el cincuenta por ciento de sus clientes busca una caricia y un escucha. Y por eso justamente, el oficio de comerciante es difícil, algunos comercios terminan pareciendo un consultorio psicológico .
Hace unos años escribí un pequeño relato que contaba la historia de un asesino de comerciantes en Buenos Aires. Quizá porque si hay algo que no hacen los comerciantes de la Capital es comunicarse con las personas.
El asesino de mi cuento asesinaba a aquellos que priorizaban la actividad práctica y comercial por sobre el contacto humano.
A mí siempre me gusta hablar con la persona que me atiende. Conversar nos iguala, estemos del lado del mostrador que estemos.
Admito que no entiendo mucho el oficio. Me parece que en la antigüedad, en los tiempos de las tribus y los clanes, no existía el almacén. Se creó a partir de la distribución de cosas, y la distribución creció a partir del traslado de mercancías, y apareció la moneda como bien de intercambio, y etc., etc. ,etc.
El supermercado está acorde a los tiempos que corren y hay algo falso en esa forma de vender, porque no vemos la energía con que nos dan esos alimentos, qué mano está detrás.
Es el supermercado un invento moderno, viene con la lata y con las heladeras. Y todo es pulcro, aparenta neutralidad energética pero esconde a la máquina.
Desaparecida la mano que te atiende y que te da , desaparecen los conflictos pero también las relaciones personales. Ya no sabemos de dónde viene lo que viene. Nuestra comida pasa por un infinito proceso en donde no se sabe quién la hace, cuánto tiene de lo que dice tener, dónde se hace y quiénes intervinieron en su distribución. Es una nueva magia.
Contrarrestando esta tendencia, todavía queda en los pueblos chicos el diálogo y la recomendación de los comerciantes.
Confío en la recomendación de mi almacenero.
Y cuando hay confianza en otra persona existe ya una relación, algo que si no se desconsidera puede prolongarse en el tiempo.
Todavía ahí, funciona la palabra como un valor. Se intercambian pareceres y se descubre de dónde viene lo que viene, si es caro por qué, o por qué bajó tal o cual cosa.
No es poco este diálogo que se asemeja a un filosofar, en donde se vislumbra un mundo aún más amplio y que habla de algo más que los precios.
Ojalá no se pierda. Si se perdiera, sería sin duda el triunfo de la despersonalización.
Comprar es adquirir no solo materia sino también la energía que hay en la materia misma y la energía con que se da. Un gesto, una palabra. Algo más que monedas tiradas en el mostrador.
Pablo Solís
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